qué persistente es la noche, madre,
su fértil caravana de encuentros,
su saña en alejarnos del mal
caminemos juntos hasta el río,
que pasa hasta que todo es dicho,
en memoria del ahogado de siempre
–porque toda hora es proclive y todo
está prohibido todavía en las calles,
y a punto de desaparecer con mezclas
de alcohol de raras procedencias
cuando el tiempo parece estar de más
al girar las llaves, y yo confío en la daga
del amigo vivo, en la ambición
que axhala un cuerpo y el mío,
en el jugador que redimido apuesta
es mi sangre cautiva de la tuya,
la nada que a mi lado despierta
Poema de Marcelo Rizzi
Suscribirse a:
Entradas (Atom)